En verano es bueno empezar con alimentos y comidas que tengan mucho contenido líquido, como las cremas frías, las ensaladas o las frutas. Estos productos sacian y la proporción líquida engorda en menor medida.
Filete de pollo, pavo a la plancha… Todas las aves son bienvenidas, siempre y cuando se cocinen con pocas grasas. Los huevos también son una fuente importante de proteínas, y existen muchas maneras de prepararlos.
El desayuno, la comida y la cena deben tener una duración de, al menos, 20 minutos, contando desde el primer bocado al último. Masticando lentamente, y sin exceder las raciones previstas. En este tiempo se despierta la sensación de saciedad.
En algunas ocasiones, la sensación de hambre no es tal. Puede ser aburrimiento o incluso estrés. En cualquiera de estos casos, no te precipites: date tiempo, cálmate y observa como esa sensación termina por desaparecer.
Bebe agua, dedica unos minutos a tu deporte favorito o focaliza tu atención en otra cosa.
Márcate rutas de 30 minutos a paso rápido donde percibas que ya estás haciendo ejercicio y no dando un paseo.
Es tarea complicada, sobre todo si comemos habitualmente fuera de casa o estamos rodeados de un entorno que potencia la presión social. Pero es fundamental si queremos que nuestra dieta cambie y nuestro cuerpo se beneficie de ello.
«Por un día que te saltes la dieta, no pasa nada». Esta frase puede convertirse en un mantra que termine con nuestra rutina saludable. Es importante que cuando planteemos un plan de alimentación, nuestro entorno sea consciente de ello y se involucren en nuestra ayuda.
Cuando se reclama su atención y te ven predispuesto a perder peso mediante rutinas y hábitos de vida sana, tus familiares y amigos terminarán volcándose tanto en su salud como en la de los demás.
Esta pregunta es fundamental para saber si vas a ser capaz de gastar lo que vas a comer. No sirve de nada sentirse saciado al final del día si se produce como consecuencia de no haber sabido gestionar tus comidas a lo largo de la jornada.
No hay alimentos buenos y malos, solo hay que saber cuáles son mejores para nuestra salud. Los tres elementos que hay que tener presentes a la hora de realizar la compra o comer comida precocinada son tres: la sal, la grasa y el azúcar. La sal disimula el sabor y tapa procesos industriales, los azúcares rápidos no se utilizan, sino que se guardan en nuestro cuerpo para acabar convirtiéndose en calorías, y las grasas saludables, como el aceite de oliva, hay que ingerirlas en una cantidad mucho menor a la que nos imaginamos.